Nuestro nombre tiene origen en diversas asociaciones legadas de la Edad Media que hicieron eco en el Renacimiento; para llegar finalmente a nuestros días a través de lemas honoríficos, tradiciones y anécdotas que reivindican la importancia que tuvieron estos símbolos en el pasado.
La evolución de las armas y armaduras dejó el preconcepto que el acero era una materia prima mucho más fiel que el hierro; pero también más costosa. Dependiendo de la composición del metal, las armas se oxidan más rápidamente, perdiendo el brillo y su pulido exterior. Aparecen manchas parduzcas y una tonalidad esfumada característica del material. Lo cierto es que uno no es mejor que el otro, sino complementarios; y un arma estaba compuesta generalmente por una combinación de ambos. Para mantenerlo en mejor condición muchas veces se le aplica un pavonado que deja una capa externa ennegrecida u opaca. Es el color característico de las herramientas antiguas del siglo XX que usaban nuestros abuelos y que aún hoy en día muchos seguimos utilizando.
También existen múltiples referencias que nos llegan con la proliferación de las escuelas de esgrima renacentistas, donde se pasó a llamar comúnmente “negras” a las armas de entrenamiento. Estas armas tenían mayor peso que las armas reales para fortalecer al esgrimista y carecían de filo y/o punta. Es común ver que las armas de entrenamiento se fabriquen en materiales de menor calidad, abaratando el costo de un arma que va a recibir mucho desgaste. Se recurre entonces muchas veces al uso del hierro o aleaciones de acero de mayor o menor calidad.
En contraposición, era importante que las armas que el esgrimista utilizaba en un duelo del renacimiento o que los caballeros más adinerados llevaban a la guerra durante la Edad Media, fuesen de la mejor calidad posible. Un arma defectuosa podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte. El acero es más fiel que el hierro, mantiene mejor el filo y la resistencia a la oxidación. Con el paso del tiempo se puede ver a simple vista que es más brillante que el hierro. Pero sobre todo, aun en condiciones impecables, es un brillo más intenso. A estas armas se las pasó a llamar “blancas”.
Cabe aclarar que un arma blanca no puede convertirse en una negra y viceversa. Sus características estructurales y morfológicas son diferentes. En los torneos y las justas, se utilizaban armas “negras” para evitar accidentes de gravedad. Por lo tanto, las blancas se reservaban con fines bélicos y estaban diseñadas específicamente para matar.
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